Estuve una semana en mi pueblo favorito, aprovechando la festividad Pascual. Disfruté largas caminatas por las playas solitarias, saqué fotos que me salieron bastante bien. Pero volví y el aire acondicionado de la oficina full throttle me consiguió una gripe llena de mocos y noches con pesadillas. Además mi querido amigo Pancho, volvió de emergencia de Londinium porque su padre esta gravemente enfermo. Las largas conversaciones con él se nota que activaron algo en mi mente.
Anoche produjo una imagen de mi padre tan nítida como nunca jamás lo había soñado en treinta años. Tenía su pelo castaño claro peinado hacia atrás, estaba recién afeitado y olía su Carnaval de Venise, hablaba un poco de lado mostrando parcialmente sus dientes blancos y bien alineados como así también su ser un poco socarrón y su voz musical e hipnotizante. No la pude dejar de reconocer. Y me abrazaba.
La llamo a mi hermana para compartirlo con ella y me desdijo. Según ella, no era mi mente -a la cual yo le atribuí cualidades inefables por las cuales rescataba datos muy detallados archivados cuidadosamente en un resguardo secreto-, sino que me había visitado él mismo en persona, el merísimo Manuel Isaías, que tan joven nos dejó.
Por suerte todavía tenemos su guitarra.
"¿Cree usted que si lo pudiera decir con unas cuantas palabras, me tomaría el enorme y brutal trabajo de bailarlo?" (Isadora Duncan)
jueves, 8 de abril de 2010
Meandros de la Mente
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