"¿Cree usted que si lo pudiera decir con unas cuantas palabras, me tomaría el enorme y brutal trabajo de bailarlo?" (Isadora Duncan)

sábado, 28 de diciembre de 2013

El señor de abajo: Soneto 18 - Shakespeare. Qué Hermosura.

El señor de abajo: Soneto 18 - Shakespeare: tas más buena que un día de verano mucho más y además sos más hermosa el vendaval de enero es inhumano y el verano es cortito po...

To Do's

Hace no muchos años empecé a (volver a) hacer listas de propósitos para trazar líneas tendientes a mejorar, reordenar y  reencarrilar mi vida y ser, por ende más feliz.  Hacen muchos años también que la lista se repite, sin ningún logro fundamental. 

Yo pensaba que era una contrafobia muy enroscada, fruto del movimiento pendular que me arrojó en las antípodas de aquella secta a la que supe pertenecer, y sobre la cual, muy rara vez pero sí de vez en cuando, todavía tengo pesadillas. Pero también pienso que si uno no hace algunas cosas a conciencia, es muy difícil que el azar las haga por nosotros. Soy por ende, una hacedora. No soy de sentarme a esperar que me pasen las cosas. Consiguientemente tengo la frente llena de chichones, pero en perspectiva, capaz que alguna vez me alegré de haber conseguido alguna cosa que quería mucho. 

Este año 2013, que me fue tan propicio, voy a poder tachar dos o dos y media cosas. El número 13 siempre me gustó. Nací un 13 de septiembre. Cuando tenía 13 años era feliz. Cuando juego a algo o compro una rifa, busco ese número. Es mi número de la suerte, aunque no crea en la suerte. 

Por ende, en estos días que estoy un poco al vicio, y que estoy tratando de cambiar tantas cosas de la forma en que he venido viviendo, voy a inaugurar una de las preciosas libretitas que me compré en Europa este año, empezando, creo por la de Edinburgh y voy a repetir el rito. 

Tanto va el cántaro a la fuente, que seguro un día se rompe. Es la estadística, dummy

viernes, 27 de diciembre de 2013

Yeguas y equinos

Anoche soñé con caballos. Más precisamente esta mañana. Con yeguas, en particular. No sé por qué, desde el punto de vista de la organización inconsciente o subconsciente. Pero los caballos, igual que las máquinas herramientas, ocupan un lugar privilegiado en el fondo más profundo de mi alma. La zona donde se alojan estas más o menos secretas aficiones se llama edipo. Mi padre era ingeniero civil y jugaba al polo. Seguramente representen el poder, la fortaleza, la eficiencia, y la belleza, todas cualidades que me gustan mucho. Las de las máquinas herramientas en los hombres y las de las yeguas en las mujeres. De hecho en mi tribu las mujeres recibíamos un trato y una apreciación muy parecida a las bellas equinas. 

Me gustan las yeguas porque son lindas. Son lindas porque ... Ah, la salvedad es que estoy hablando de la raza polo pony, aunque incluya los thoroughbred. El pelo brilloso, cortito, pegado a la piel, suave, que deja transparentar los músculos y venas, los tendones y cavidades, me generan lo mismo que los brazos de hombre rubio o pelirrojo, curtidos por el sol. No abundo por una cuestión de dignidad apenas sostenida. 

Me gustaría ser una yegua en alguna vida, si fuera posible. Me gusta correr furiosamente, a la par de otras a ver quién gana. Su brío y su carácter arisco me son rasgos familiares, más aún, interesantes y bellos. Revelan impulso, experiencia, ganas, entusiasmo, sensibilidad. Ser arisca es una virtud más que un defecto. Por qué, acaso las mujeres tenemos que soportar tantas cosas que no deberíamos? Es un recurso para defenderse. 

Pero cuando las topadoras y las aplanadoras al borde de las rutas están en pleno funcionamiento, tengo que luchar para no chocar, porque difícilmente puedo seguir manejando sin poder despegar los ojos de estos cacharros tan entrañables para mi. Me gusta cómo cavan la tierra, como la amontonan, la esparcen y la aplanan. No me gusta verlas paradas sin hacer nada mientras decenas de operarios comen asado y ellas quedan olvidadas al rayo del sol. 



martes, 24 de diciembre de 2013

Saturnalia

Si no fuera que me arrepentiría, me quedaría en mi casa. Está fresquita, silenciosa, fragante. Huele a jazmines, nardos y cerezas. Pero me espera un buen programa: festejar la Navidad con mi familia más cercana, y con mis primos más cercanos y sus familias. Va a ser una reedición de aquellas navidades en el campo. Esas navidades con ricos perfumes y corazones cálidos. Comeremos, beberemos, reiremos, bailaremos y hasta quizá nadaremos. 

Todos mis verbos favoritos, con alguna salvedad. 


Haya paz. Que es lo único que me importa, conforme envejezco y no necesariamente me transformo en más sabia. 

domingo, 15 de diciembre de 2013

Palabras que empiezan con A

No sé si por decisión personal o fruto de algunos acontecimientos, vengo cobrando conciencia de que estoy pasando por un momento verdaderamente crucial. No sé qué fue primero, si la decisión de cambiar de vida, o la vida decidió que yo cambie. 

Todo empezó cuando mi madre mencionó, quitándole importancia, que tenía un 'coso' y que se tenía que hacer análisis, que el doctor le decía que nos tenía que llevar a una consulta. Todo esto terminó con su muerte, fruto de la ineptitud de los médicos y su encarnizamiento inmoral y nefasto.  Fue sacar chapa de persona adulta. Provocó un efecto dominó que me arrojó a esta nueva orilla cuyo paisaje escruto con una incredulidad que no se me pasa. 

Me pasan muchas más cosas de las que puedo contar, analizar, interpretar y o capitalizar. La ansiedad y a veces angustia que me provoca esto me dan ganas de irme a la mierda, patear todo, patear la moto, el tablero, rajarme, desaparecer, irme a  vivir a una isla desierta, irme a vivir al desierto mismo, y todos esos clichés que cobran relieve bajo la nueva luz de esta etapa. 

Una familia amiga de mi mas tierna infancia y con quienes hemos renovado la cercanía de nuestro vínculo de amistad, hace más o menos el mismo tiempo, me invita a festejar toda serie de aniversarios vitales: cincuentenarios, de casamientos, casamiento de los vástagos. Etc. También ha asomado el primer nieto de los amigos de mi misma clase. 

El espectro de los sentimientos que estas cosas me generan va desde la tierna gratitud de poder contar mis amigos de muchas décadas, hasta imaginarme cómo se sentirán teniendo hijos, nietos, yernos, nueras, sobrinos postizos, etc. Hay una parte que me espanta. El no haber tenido hijos y haber tomado conciencia de que tampoco los voy a tener aún cuando los quisiera, me da miedo de empezar a lamentarlo, aunque verdaderamente no me gusten demasiado las criaturas, sobre todo después de un rato. 

Me planteo si habré tomado las decisiones correctas. Sé que tomé muchas decisiones incorrectas. Otras decisiones no me animo a tomarlas. Soy una cobarde aún cuando pienso que ganaría mucho haciendo esas cosas que tanto miedo me dan. 

Estoy ensayando una nueva forma de vivir. Vivir en colores en vez de en blanco y negro. No ser tan radical y extremista en mi manera de pensar. Ser menos dura conmigo misma. Intento fluir. Intento que vivir en cierta incertidumbre no me resulte insoportable. Quiero entender que, como dijo mi compañero de ida al polo, me puedo 'quedar sin caballo' en plena final del partido. Quiero entender mis limitaciones y no creer que tengo un pingo cuando en realidad, quizás sólo sea un matungo.