Ayer salí a amortizar mis nuevas zapatillas, aprovechando el día soleado, fresco y seco. Fue toda una experiencia salir con los anteojos de ver. Generalmente salgo sin ellos, por diversas razones. Una es para evitar ver al idiota que mea con todo el gallinero afuera atrás de un árbol del rosedal. Otra porque pienso mejor sin anteojos. Como si me costara encerrame en mi cascarón...
Pero ayer venía mirando el pastito cuando veo una mancha amarillo-verdosa que piaba. Era un pajarito con pinta de canario, y una pulsera en la pata. Me quedé atónita tratando de descubrir por qué un canario estaba en los bosques de palermo -- y no volaba. Quizá estaba enfermo, o quizá no había volado nunca. Por ahí era de criadero y estaba totalmente perdido en la inmensidad de la selva, según sus estándares. Por ahí estaba enfermo. O quizá alguien lo había liberado pero no sabía qué hacer con tanta libertad. No sabía si rescatarlo: podía comprarle una jaulita y mijo y cáscara de huevo, o dejarlo libre y librado a su destino, que parecía poco propicio, ya que en apariencia no podía volar.
Me decidí por la libertad. Cuyo precio tan caro no me es extraño. Hoy tuve ganas de rezar por él.
"¿Cree usted que si lo pudiera decir con unas cuantas palabras, me tomaría el enorme y brutal trabajo de bailarlo?" (Isadora Duncan)
lunes, 18 de julio de 2011
Golden Cage
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