¿Que qué me pasa
por la cabeza? Me pasan tantas cosas que podría decir que no sé por dónde
empezar. Pero son básicamente dos cosas: Como Serrat, Un día de estos he de
plantearme/muy seriamente dejar de fumar/con esa tos que me entra al
levantarme. Para esto fui a ver por tercera vez, que espero sea la vencida, a
mi admirado Dr. Bergman. Es cardiólogo, trabaja con adicciones, pero la verdad
es que el tratamiento para dejar de fumar es totalmente secundario a las
charlas que con él puedo tener.
Me pregunta que
cómo estoy, que cómo me fue esta semana y le digo que me parece que fumé más,
que estoy ansiosa y fastidiada. Me pregunta cuántos fumo durante el trabajo y
le digo que si acaso uno. Que fumo uno antes de irme a trabajar y a la noche
cinco o seis. Sobre todo que ahora me cuesta más irme a dormir porque me cuesta
conciliar el sueño.
Me propone fumar
máximo 5 por día y fumar al aire libre, no adentro de mi casa. Si acaso en el
balcón. Acato y seguimos con los temas importantes. Hablamos de los padres, de
la escritura, del proceso creativo, de las motivaciones para la creatividad, de
lo que hace feliz a la gente. Me habla de la conferencia de Ted Robinson sobre
‘El Elemento’, aquel lugar donde la aptitud y el deseo se encuentran. Me habla
de Elisabeth Kubler-Ross y las etapas de la aceptación (de la muerte) que muy
bien se adecuan al duelo de dejar a ese amigo que es el cigarrillo. Ese que te
acompaña y siempre asiente. No te cuestiona, ni te critica ni te recuerda lo
que deberías ser. No te señala que no diste todo lo que pudiste, y así.
Divorciarse del cigarrillo es difícil. Aunque ya lo conseguí dos veces espero
que esta sea la vencida. No quiero terminar como mis tías viejas, cuyos vicios
y excesos les marcaron la cara, el cuerpo y en definitiva, la vida. No quiero
caer desplomada en el medio del parque y en el medio de un juego de croquet
como mi tía María Clara. No quiero tener el cutis gris como lo tenía mi tía
Rosa. Y así siguiendo. Pero a veces pienso que es casi inevitable no ya
transformarnos en nuestros padres, sino que además terminamos pareciéndonos
también a nuestros tíos, sobre todo si fueron siempre muy cercanos durante toda
la vida.
Todas las cosas
que me dice Bergman apelan a un sitio muy sensible en el cerebro, a ese sitio
donde casi nadie nunca llega. No sé cuál es pero es mi talón de Aquiles, el
botón de reset, ese que ni yo misma
sé dónde está y por lo tanto no puedo usar cuando querría. Me persuade de una
manera que voy casi como una autómata a perseguir mi objetivo, que siempre
pienso que tengo una intención imperfecta, pero no obstante me expongo a la
posibilidad de que funcione mi propósito de dejar de fumar. Dos veces ya
funcionó, repito. Hablamos de la culpa judeocristiana, hablamos sobre cómo
talló nuestras personalidades y cómo podemos hacerla actuar a nuestro favor.
Me dijo que
tengo una cualidad que es buena. Que es que en algún punto me río de mí misma.
Le digo que en eso me parezco a mi mamá, o al menos de ella lo aprendí, quizás
por ósmosis. Cuando las cosas no tienen remedio, y me doy cuenta de que no hay
nada que pueda hacer, después que ya probé todo, entonces y sólo entonces, y
ante el agotamiento de los recursos, que nunca son pocos, entonces vomito una
carcajada, aunque un poco desesperada. Después las endorfinas harán el resto.
Cuando me
propuso otro ejercicio, “ya que te gusta escribir”, pero, a la sola mención del
título, se me hizo un nudo en la garganta. Me dijo que me imaginara que es mi
cumpleaños número 80 y que tres personas reales o imaginarias me escriben una
carta. O que cuál podría ser mi epitafio. Si yo lo pudiera elegir, mi epitafio
sería: “Su dolor se disolvía en una estentórea carcajada”.
Otro ejercicio
que me propuso fue que escribiera las cartas que me gustaría que me escribieran
si llego a los 80, que a este paso es difícil. Me gustaría recibirlas de Ian,
de Rocío y quizás de mi amiga Martita, o Laura P., que yo creo que son quienes
me conocen más acabadamente; y eso que soy muy complicada.
Me dijo como si
fuera obvio que tengo poca autoestima. Yo coincido en que es la fuente de todos
mis males y le cuento cómo cuando era niña, en mi tribu, era un pecado capital
ser ‘pillada’, o sea presumida, presuntuosa, orgullosa. Cualquier brote diferente
a la humildad más franciscana era pisoteado como una cucaracha, antes de que
exhalara la primera molécula de aire.
Bergman es
cardiólogo pero, me dijo, igual que yo, también en algún punto estudió medicina
por mandato familiar. Si bien a mí me dieron mi bendición para estudiar Bellas
Artes, ya que era más o menos obvio que era mi camino -al menos en ese momento-
pero, claro, tuve muy muchos mandatos, otros. Me sigue diciendo que en realidad
a él le habría gustado ser músico o actor, y que en su otra actividad, que es
lidiar con las adicciones, siente que tiene un outlet para esas aficiones. No
estoy muy segura de cuán alineada está la docencia con la actuación o la
música. Según Lole, mi colega del trabajo, está lleno de médicos que tocan
algún instrumento.
En cualquier
cosa creo que esto de dejar de fumar me va a provocar una huida hacia adelante
en la forma de escribir. Porque qué voy a hacer con el ansia, la ansiedad, la
desesperación, el malhumor, y todos esos sentimientos cotidianos con los que
vivo? Si sirve para tenerme escribiendo seguido, pero lo que se dice seguido,
pues entonces la escritura bien vale largar el pucho.
Como propósito
para este año nuevo me he fijado sólo dos objetivos: dejar de fumar y escribir.
Empecé bien, porque a día 7 de enero ya hace dos semanas que empecé el
tratamiento para dejar de fumar y varias semanas de haber retomado el taller.
El otro día tuve una epifanía semi vigil en la que me di cuenta que esto es lo
que tengo que hacer. Escribir. No importa si es aburrido. No importa si es
monotemático. No importa si es self-centered. Por algún lado hay que empezar.
Hay que adquirir el hábito. Hay que necesitarlo como el aire. Hay que desoír
las voces del desánimo propias y ajenas. Hay que pasar por sobre encima de todo.
Ayer me sentía una bola de fuego impulsada por un tornado. Me sentía fuerte y
de buen humor. Seguro que en parte debido a una de las acciones colaterales de
la droga: ‘sensación inusual de bienestar’. Esa fue mi motivación secreta
principal para dejar de fumar: que me dieran esa droga con tan deseable efecto
colateral. Encima when it kicks in,
provoca la deshabituación del tabaco. De hecho cuando B. me preguntó si notaba
algún cambio, aunque yo le contesté que creía que no, me preguntó si por
casualidad no encontraba difícil terminar los cigarrillos. Y le dije que sí!!!
Qué bueno!! entonces está empezando a hacer efecto.
Como las otras
dos veces anteriores, seguro me va a hacer poner fecha para el día señalado en
el que voy a dejar de fumar definitivamente. Hablando de vicios, culpas,
religiones y símbolos, cada vez elegí fechas señaladas, que me hablaran.
El fin de
semana, cuando eskypeé con Ian, después de haber hablado sobre las
celebraciones de Hogmanay, desembocamos en el tema pucho. Es un santo. La
verdad es que no puedo creer que le puedo fumar en la cara y ni pestañea. Así
como es de fóbico con casi todos los seres de la existencia, a mi me banca
todo. Casi demasiado. A veces me da miedo de que me mande a la mierda. Si yo
fuera él ya me habría mandado a la mierda hace añares. Bueno, el asunto es que
cuando le dije que estaba buscando una fecha para dejar de fumar, pero tenía
que ser una fecha simbólica, me dijo que entonces tenía que ser el 25 de enero,
el día del héroe nacional escocés, Rabbie Burns. En esa noche, los hombres
celebran a las mujeres, entre otras cosas. Ian siempre me recita poemas de
Burns. Con acento escocés y todo. El efecto es demoledor. Pues bien. Entonces,
la semana que viene cuando lo vea al Dr. B., y me haga elegir una fecha, voy a
elegir el 25 de enero. Veremos cómo me va. Si lo consigo, me imagino que el
resto del año, como me merecería, podría fluir como un barco en una laguna,
como una mano sobre la seda, como una brisa en una mañana de verano. Todo esto
puede suceder.
Casi diría que
no puedo parar de escribir. Estoy esperando que me interrumpa mi jefe. Menos
mal que puedo escribir porque si no creo que agotaría a la gente a mi alrededor
con mi cháchara. Cambio y fuera. Me voy a ganar el pan. Digo las vacaciones.