"¿Cree usted que si lo pudiera decir con unas cuantas palabras, me tomaría el enorme y brutal trabajo de bailarlo?" (Isadora Duncan)

viernes, 2 de diciembre de 2011

Equinoccio

No sé cómo pasó. Pero de repente se levantó la presión atmosférica, se disiparon las nubes, se alivianó la atmósfera. Y se produjo un vacío súbito en el que ingresaron unas oleadas del pasado de formas crecientemente benevolentes que me tomaron por sorpresa y que estoy tratando de recibir de la forma más receptiva posible, con el perdon de la cacofonía. Este fue un año aspero. Corrosivo. Mi animo estuvo muy limado por la incertidumbre politica laboral y me hizo mucha mella. Pero desde hace un par de semanas no se si por agotamiento e incapacidad de seguir sufriendo, o porque por alguna extraña fuerza cosmica y magnetica le hizo cambiar la mirada, o porque simplemente empecé a ver y escuchar señales distintas y adquirí una actitud mas pasiva y receptiva, la cual raramente se me da bien. En las últimas ¿semanas? mi peor es nada me dijo que estaba cansado un poco de mí, a lo cual me entregué no sin cierta liberación, inaugurando un poco de indolencia. No mucho más tarde recibo un correo de un antiguo colega que quiere verificar mis coordenadas, disposición, ocupación e inclinación. Almorzamos en el Malba y veo los planetas alinearse sistemática, humilde pero casi inexorablemente ante mis propios ojos virtuales. A continuación mi antiguo jefe me invito a festejar el fin de año con todo lo que significa. Con todo lo que significa 'mi antiguo jefe' y 'festejar el fin de año'. Mi antiguo jefe, hereinafter el Capitán Beto es un señor petiso, de ojos claros, apasionado, benevolente, brillante, pícaro, bueno, apasionado. La primera vez que nos entrevistamos -- bueno, él a mí, tecnicamente-- pasó eso como casi cuando uno se enamora a primera vista. Fue un amor de amistad en el sentido aristotélico. Pero tan fuerte que como dice la expresion tan cursi, ni los años ni la distancia han empañecido. Se dice así? hace tanto que no uso esa palabra. Empañar. Eso, nada lo ha empañado en esta docena de años. Para mi fue como un amigo, un poco padre. Con él conversamos de mis temas favoritos. Sobre todo de mis temas favoritos de aquella época. De la vida, de la existencia, del sentido del dolor, de los goces de la vida, del esfuerzo, del empeño, de la creatividad, de la gracia, de Dior, de Dior, y de arte, familia, amor, sexo, plata, trabajo, raza, religión, herencia, ejemplo, educación, aprendizajes. Yo de él aprendí muchas cosas importantes de la vida. Aprendí que es mucho más importante la intuición que el intelecto, la constancia que el empuje, la benevolencia que la verdad. Despues de anoche, alumbré una resolución. Voy a estar cerca suyo antes de que sea tarde. Y encima de todo lo antedicho mi casa huele a cera, trementina, curry y aceite de oliva extravirgen. Hoy no le pido más nada a esta vida.

2 comentarios:

Rob K dijo...

Benevolencia es superior a verdad, coincido con Ud. Constancia es mejor que empuje, absolutamente. Pero intuición no es más fiable que intelecto, al menos para mí. Sucede también que pensar a fondo cansa, y se abandona el esfuerzo las más de las veces. O nos disgustan las conclusiones.

Saludos.

D.Laurencich dijo...

Uf, me siento a veces tan identificada con vos , lo del jefe, lo del año, lo de no pedirle nada más a esta vida.
Olor a aceite de oliva, no hay nada de qué quejarse no?
Un abrazo.