Mi padre era una persona feliz. Disfrutaba de la vida, de sus cosas simples. Había heredado de su familia materna un amor a lo dionisíaco. Los que lo rodeaban, lo adoraban casi con arrobo místico. Tocaba la guitarra, era simpático, seductor, elegante, educado, tenía unos ojos entre azul y celeste que encandilaban a las mujeres (de a muchas) y era petiso. Y afirmaba que no era más alto porque sino habría sido insoportable por sentirse directamente perfecto. Cuando su madre enviudó a los 44 años con 8 hijos, se acodó a su lado y la apoyó, al menos no provocándole dolores de cabeza. Mi abuela tenía debilidad por él bastante alevosa. Bailaba súper bien, estaba lleno de energía. No le sacaba al cuerpo ni al trabajo, ni a la familia ni a la diversión ni a los amigos. Sus múltiples hermanas tenían por él también una mirada muy admirada. Era la luz de los ojos de toda la familia de primer y segundo grado, creo que sin exagerar.
Cuando tenía 15 años, contaba mi madre, una vez cuando ella iba a bañarse en el mar, soportando apenas la arena hirviente, él se acercó, le ofreció unas alpargatas de cuero de potro cosidas a mano, y le dijo "Un día nos vamos a casar".
Diez años más tarde cumplieron su promesa, después de que mi madre le hiciera verbalizar su condición de 'novios', previos desplantes varios e ida de reconciliación a comer ciervo a Bancalari, cuando Bancalari era un sitio más bien remoto y más bien exótico.
Recién casados se mudaron a un pueblo de Entre Ríos, a donde había que ir en balsa. Mi padre trabajaba por la zona supervisando obras de ingeniería. Allí nacimos los tres hermanos mayores. Cuando nació el tercero nos mudamos a Paraná y cuando yo empezaba 1° grado vinimos a la gran ubre.
Allí nos instalamos en aquella casa que posteé en los primeros post de esta bitácora. Vivimos allí hasta que murió mi padre, yo estaba por cumplir los 18.
La aparición en el blog de Solitario, francamente fue providencial. Mi intención original era relatar recuerdos de la infancia, y medio había perdido el rumbo. Ahora con un comentario, se me prende la lamparita y puedo traducir la intención en acción en pocos segundos. Aunque la verdad es que no tengo todo el tiempo que me gustaría. Y como dice mi lema desde hace como 18 años... lo mejor es enemigo de lo bueno. Con lo cual aquí fue lo suficientemente bueno. Por ahora.
"¿Cree usted que si lo pudiera decir con unas cuantas palabras, me tomaría el enorme y brutal trabajo de bailarlo?" (Isadora Duncan)
miércoles, 5 de noviembre de 2008
Mocasines de potro y ciervo en Bancalari
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3 comentarios:
Muchas Gracias Cósima, me encantó el cuadro de tu padre. No abandones nunca su memoria. Siempre tendrás un lector fiel.
Que linda la descripcion de tu papa.
Te sigo leyendo!
Me copo
Cariños
A
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