"¿Cree usted que si lo pudiera decir con unas cuantas palabras, me tomaría el enorme y brutal trabajo de bailarlo?" (Isadora Duncan)

lunes, 25 de enero de 2010

Me faltaron vacaciones II

Sábado ardiente en la ciudad. Aparece en el ciberespacio SS, antiguo 'festejante'. Un festejante con escaso o nulo éxito en conseguir festejarme, a pesar de lo cual decidí que no era él, sino que soy yo. Entonces le propongo cine y sale. Ofrezco comprar las entradas con tiempo y ocuparme. Acepta emocionado. Lo paso a buscar. Me indica por dónde ir, dónde doblar, en qué carril circular y dónde estacionar. Vamos a ver a Jude y a Robert. Una vez allí, señala a dónde deberemos dirigirnos, aunque no sólo no tenga la menor idea, sino que no hay cines en ese piso. Luego descubre que el actor que hace de malvado es Andy García, aunque en realidad es Mark Strong.

Comemos en la vereda de una pizzería, a la merced de la brisa caliente del verano metropolitano, donde me ilustra sobre los ingredientes elementales de la pizza a la napolitana. Conseguimos reímos en un par de ocasiones. Me cuenta que está tocando en una banda de música brasilera. Tocan una música poco conocida (sic), más moderna que la bossa nova, o sea el pagode, me explica. NO sólo sé lo que es el pagode. Sé también que no me gusta. Me dice que me invita a verlo tocar en algún lugar de la costanera. Cuando llegamos a la locación advierto que era en una plaza. Miles de autos estacionados en todos los lugares posibles. Mucha gente hormigueando por veredas, calles, sendas y avenidas.

Esta vez le explico yo que no hay dónde estacionar, que quiero hacer pipí, y que no me divierte el programa. Así que me voy a mi casa silbando bajito, disfrutando de lo único bueno que ofrece la gran urbe en este furioso verano meridional: las calles vacías.

miércoles, 20 de enero de 2010

Me parece que me faltaron vacaciones

Primer acto: Invitación a comer a casa de Tío en barrio Norte.
Segundo acto: me preparo remotamente, saliendo con tiempo, habiendo comprado cospeles para el estacionamiento. Arribo a zona, compro de antemano en ticket en la máquina ad-hoc, doy tres vueltas a la manazana y al no conseguir lugar me estaciono doble mano con balizas sobre Peña a esperar a que se produzca un lugar. Pasan más de 20 minutos.
Tercer acto: un peugeot 206 modelo antiguo se me pone atras con balizas. Cambia de opinion. Se me pone adelante. Se libera un lugar. Atina a estacionar, cuando lo intercepto. Me bajo del auto y le digo que como bien vio, yo estaba primero. Me dice que la cuadra no es mia. Le digo que no, pero que es una cuestión de civilidad. Se encoje de hombros. Le solicito que tenga a bien retirarse ya que corresponde que me ceda el lugar ya que sino equivaldría a colarse en una fila.
Cuarto acto: se retira renuente. Estaciono, feliz con la victoria. Cruzo al quiosko a pagar mi deuda de 2,4O por cospeles comprados anteriormente. Veo sugus. Compro sugus. Cruzo calle. Veo Individuo del Peugeot todavía esperando lugar. Le ofrezco sugus. Se abstiene. Insisto. Afirmo que por favor. Se niega más o menos amablemente. Le digo "al menos uno rojo". Acepta. Le dí las gracias y me fui cantando bajito.

Espero que no me haya hecho un rayón.

sábado, 16 de enero de 2010

DarwinTown

Como me había propuesto, y en pleno ejercicio del que pienso será mi lema de este año 'lo mejor es enemigo de lo bueno', heme aquí depositando algunas palabras. Aún cuando mis neuronas estén más apaleadas que de costumbre, debido a la ociosidad, el alcohol, los trasnoches, y las pésimas compañías. Lo notable es que eso es lo que considero el contexto perfecto para desenchufar, descansar, y disfrutar. Leí un par de libros olvidables, pero finalmente encaré 'El Museo de la Inocencia' de Orhan Pamuk, que tantas alegrías me está dando. Y mi mente me jugó una pasada desagradable cuando dejé apartados en un pilón cosas que no debía olvidar ... y olvidé. entre ellas se encontraban el Ulyses (menos mal) y Sábado de Ian MacEwan (Lástima).

Pasé unos días en esta zona tan increíble en todos los sentidos como Punta del Este. La elijo porque me gustan sus playas, el mar, el clima estable lo cual en general significa menos viento que en la costa atlántica. Siempre amé el océano. Me gusta sentarme o caminar, y contemplar su inmensidad y mi pequeñez, valga la obviedad.

Sin que pudiera remediarlo, acabé casi en el área mas ardiente de la pelotudez sudamericana. Pero ello no quitó que hiciera mi silencioso y corrosivo estudio demográfico. Cada vez que voy me golpea el desarrollo urgente, descarado y demasiado ostentoso para mi gusto. Pero ya a los casi 5O ya sé que el mundo está lejos de ajustarse a lo que a mí me gustaría. No me resulta del todo imposible digerir que haya personas más aptas que otras y que por lo tanto puedan disfrutar de las consecuencias de su habilidad para prosperar - casi exclusivamente económicamente, claro está.

Pero en mi alma postcatólica, patricia renegada, artística, sociable y a gatas intelectual, me repugna cuando viene acompañada de la más descarnada condición lobuna de la humanidad. En la cámara Gessell que terminó siendo la casa donde vivimos un grupo de amigos y extraños, criados por Dior y juntados por las circunstancias, tuve ocasión de presenciar la peor versión de los seres humanos en convivencia. El programa realístico de TV palideció alevosamente en comparación con este miniexperimento del que tuve la ocasión de participar.

Con todo, encontré intuitivamente y por azar, la manera de de presenciar las muchas miserias de mis ¿amigos?. Si en algo contribuyó fue a que me sentí tan ... ¡NORMAL!