Hace dos semanas partí al Oeste con X, mi coequiper preferido. Objetivo principal: festejar el 4 de Julio al estilo argentino: con un lechón asado en el medio del campo. Con el frío de cagarse y todo. El plan era: salimos de casa, recogemos el puerco, compramos pan fresco, limón para los vodka-tonics, revisamos las gomas y encaramos la ruta 7 y llegar a tiempo para almorzar. Allí nos esperaban A&M, totalmente mimetizados con la pampa bárbara. El pasto seco, los árboles ralos. Llegamos sanos y salvos a pesar de los esfuerzos en contrario del copiloto y su sentido del humor corrosivo. Si no fuera que uno recuerda los verdores estivales parecería un páramo sin remedio.
Almorzamos ensaladas con mini asado para no arruinar nuestro apetito para la noche, nos tiramos un rato al aire libre, que estaba cálido y sin viento y al rato partimos a recorrer. Observamos molinos y aguadas, alambrados y tranqueras, bovinos y ovinos. X se entretuvo, cual púber, tirándole zapallitos silvestres a los toros que pacían con absoluta parsimonia, aparentemente descansando de varias fechas de trabajo intensivo. Falta decir que éstos se mantenían inmutables a los ataques vegetales del ½ gringo.
Como manda la vida rural, después de las tareas debidas, pasamos a visitar a los vecinos: tomamos el té en lo de la tía ET que cumplía años, ella siempre tan jovial y hippie a sus flamantes 70, y después a tomar unos mates a lo de Lopardo, ése sí gringo 100% pero de las pampas, octogenario, de ojos azul hielo, menudo, vital, y cuyo único signo senil es un brazo medio duro seguramente de alguna rotura mal arreglada. Me dijo al verme bajar del auto 'No ha perdido la pinta, niña Cosima'.
A sabiendas del éxito seguro de la técnica de conseguir recuerdos de este lado de la familia, le hice la pregunta del millón: "¿Durante cuánto ha trabajado con ellos?" Y empezó a contarme historias inefables y no tanto y más antiguas que inclusive las recordadas por mi madre o contadas por mi abuelo, que bien se cuidaba de no contar las historias desaliñadas... Oír sus relatos de las dos o tres generaciones sucesivas me hizo valorar la senectud, su segura riqueza. Nos fue contando cómo se fueron articulando las sucesiones hasta el día de hoy. En el caso de los dueños de casa fue 'Cuando Faltó el Niño Jorge', ese hermano con epilepsia y algo lento de mi abuelo, de una bondad extrema. Murió inocente, a una edad provecta.
"¿Cree usted que si lo pudiera decir con unas cuantas palabras, me tomaría el enorme y brutal trabajo de bailarlo?" (Isadora Duncan)
martes, 14 de julio de 2009
"Cuando Faltó El Niño Jorge"
Neura du jour: De Ahora En Más, la esperanza, Los recuerdos que no fueron, Mis Abuelas, Todo Sobre Mi Madre
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