Hace dos días finalmente conjuré energías para reunirme con mi amigo P. Con él hemos sido colegas, amigos, cómplices, hemos salido juntos, hemos sido vecinos, prácticamente concubinos y para muchos como un matrimonio de esos que están casados hace mucho y no les hace falta decir las cosas con palabras. Su compañía es un bálsamo para mi alma. Es lindo, inteligente y bueno. Adoro sus ojos celestes, destacados por las ahora leves ojeras. Me gusta hablar con él de todo. Confío en su criterio y consejo. Almorzamos en su lugar preferido. Luego paseamos por las calles con plátanos, mis preferidos. Qué lindos que están los árboles de mi ciudad en estos días. A él no le gustan mucho los plátanos. Creo que es porque le dan alergia. Visitamos un edificio que quería conocer. Siempre se comporta como si fuéramos una pareja. Como si le gustara parecerlo. Le gusta la pareja. Le encanta contestar las preguntas indiscretas de la inmobiliaria o vendedora de turno. Al caer la tarde nos sentamos en una de las más lindas veredas con exposición norte-noroeste y nos quedamos hasta que nos echaron. Me dí cuenta que no lo ví todo lo que habría sido normal durante su estadía, porque sabía qué me esperaba cuando se fuera. Ojos que no ven, corazón que no siente. Hace un año y cuatro meses, coincidiendo con la muerte de mi madre, quemó las naves y se fue a vivir a mi ciudad favorita del mundo entero. Allá, forzado por las circunstancias, olvidó sus obsesiones y obstáculos y si bien no consiguió del todo sus objetivos, tuvo mucha suerte. Me alegro inmensamente por él y se lo digo. Consiguió una novia muy vivaz a la cual me presentó bastante formalmente.
De todas maneras, al dejarlo en la estación de tren y si bien me pude despedir con elegancia y generosidad, bastó que cruzara la calle para sentir mi corazón partido. Lloré de camino a casa, por entre medio de los bosques, sin ningún apuro y con una pena no pequeña.
Pero la vida siempre te tiene preparado otro zarpazo, para el caso que sientas pena propia. Me contó Mixmi cómo a Luz, de la manera más inopinada y, con todo el absurdo que esta vida tantas veces tiene para ofrecernos, le arrebataron la vida, en la flor de su edad, con tantos sueños sin cumplir ni promesas concretadas, unos cazadores.
"¿Cree usted que si lo pudiera decir con unas cuantas palabras, me tomaría el enorme y brutal trabajo de bailarlo?" (Isadora Duncan)
lunes, 8 de febrero de 2010
Putting On A Brave Face
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2 comentarios:
La muerte me deja sin respuestas válidas, sólo repetir(me) la oscura frase de Wittgenstein: "Sobre aquello de lo que no se puede hablar, se debe callar."
Llorar, buscar la compañía de los afectos, respirar hondo y seguir, ¿qué otra cosa?
En fin, si de algo te vale la empatía de un perfecto desconocido, para colmo virtual, tenés ciertamente la mía.
cosima
me identifico tu post a mi relacion con mi mejor amigo hace unos anios. Pero todo puede girar , convertirse en algo latente que los dos sabian, anytime
you'll see
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