Afuera está bochornoso y tengo las manos, pies y nariz fríos, casi helados. Y está nublado. Tengo frío y todavía ni siquiera está demasiado avanzado el otoño.
Se avecina una temporada donde los inmensos cambios que se producen a mi alrededor van tomando forma, mientras yo me hago la distraída para no caer presa de la angustia ni, dentro de lo posible, la ansiedad.
En un plazo mediano mi trabajo en esta empresa románica que me da tantos beneficios -que me da pudor enumerar y me pregunto si habré apreciado mis ventajas lo suficiente y me respondo que creo que sí, que bastante-, llegará a su fin. Al menos como lo conocía.
Además, en el futuro inmediato llegará mi caballero andante y extranjero. Convinimos tener una conversación bastante definitiva la cual yo soy la primera en querer esquivar.
Interim otros acontecimientos sociales y familiares me empujan hacia un cierto protagonismo que rehuso.
Pero como leí hace un rato, hablar y pensar a veces es contraproducente. Con lo cual voy a seguir con mi navegación a tientas, hacia donde me lleven las corrientes. Quién sabe. Quizá sería mucho más sensato y trajera bienaventuranza.
"¿Cree usted que si lo pudiera decir con unas cuantas palabras, me tomaría el enorme y brutal trabajo de bailarlo?" (Isadora Duncan)
jueves, 7 de abril de 2011
Cambia, todo cambia.
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