Después de pasar una temporadita en la selva subtropical, 'Papote', como también lo llamábamos, nos subía al Torino borgoña en dirección a la pampa húmeda, a orillas del Océano Atlántico. Allí volvíamos a cierta normalidad, y él a sus amados caballos. Después de recorrer miles de kilómetros en una geografía cambiante, y muchas veces al son de las 'Siete Lunas de Crandall', con su cortina musical que quedó perforada en mi memoria, llegábamos a aquella maravillosa estancia, poblada por un nutrido y endogámico clan, que hacía nuestras delicias.
Nuestro padre era sin dudar un 'early bird'. Le gustaban las mañanas. Aún cuando llegabamos en mitad de la noche, y sólo se veían luciérnagas y murciélagos, él se las ingeniaba para ser el primero en patrullar antes que nadie a la mañana siguiente, la lustrosa galería de la fabulosa y magnífica casa, con sus alpargatas achancletadas.
Caminaba calzado con sus alpargatas blancas teñidas de la tierra colorada que traía del fantástico país del norte con un porte lleno de su adorable y rural sentido de la elegancia.
"¿Cree usted que si lo pudiera decir con unas cuantas palabras, me tomaría el enorme y brutal trabajo de bailarlo?" (Isadora Duncan)
lunes, 24 de septiembre de 2007
Los Chicos de la Estancia
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3 comentarios:
aguante, mencantó!
besos,
mxm
(con cabernet sauvignon)
esos sí que son recuerdos!
puky
increibles recuerdos.... por que nos agarra el volver a vivir? recordar todas esas cosas? yo estoy igual y le pregunto y pregunto al psiquiatra....
besos mil
pallas
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