Siento cierta satisfacción del 'orden cerrado' (como diría El Pájaro) que me ataca en ciertas épocas del año y va desde roperos, regalar ropa vieja, tirar papeles viejos, cambiar cosas en mi casa, y hacer una limpieza de relaciones también.
Me encanta conocer gente nueva, rara, diferente, especialmente si tienen una personalidad rica. En los últimos años desarrollé una amistad bastante grande con F., un hermano latinoamericano que vive en Buenos Aires, yo creo que un poco huyendo del ojo crítico de su pequeño y conservador pueblo natal por su condición de homosexual, pero además también porque aquí puede vender su imagen de hombre de mucho mundo y poca calle, socializar en las más altas esferas y otros beneficios, todo por un precio bastante módico que no afecta el bolsillo de su sponsor.
Tuvimos una larga temporada de una linda amistad. Cotilleamos como comadronas, nos acompañamos en momentos aciagos, criticamos las mismas cosas, paseamos por Palermo viejo, organizamos saraos sofisticados, y nos divertimos mucho. Pero casi inexorablemente este tipo de cristiano, hijo de un padre del opus y una madre anarquista pero sumisa y absorbente, reclamaría toma de posiciones innecesarias. Defendí durante mucho tiempo no necesariamente tener que pelearme con mi amiga L -con quien se había peleado a muerte- para solidarizarme con él. Pero él insistió y lo intentó de mil formas diferentes hasta que al final me pidió consejos sobre cómo mandar un regalo que a la vez manifestase desprecio a una persona, sin decirme que era mi querida amiga L. Esa fue la última gota.
Por otro lado ayer fui al cumpleaños de mi querida amiga Lu. Lu es dulce, inteligente, bien educada, de buenos sentimientos, de buen corazón, aunque no por eso ingenua o ciega. Tenemos nuestros momentos de picardía pero sin maldad, verdaderamente. Ella y su familia están ligadas por múltiples lazos a la mía, durante más de una generación, aunque nos conocimos de grandes, trabajando. Pues ayer ella, su madre, sus hermanas gemelas, su cuñado griego, el cuñado medio holandés, la tía rica, las íntimas amigas, no faltába nadie. Qué buen ambiente, distendido, suave, placentero, alegre, rico, todo en equilibradísimas proporciones. Santiago del Varadero es un paisaje para mi muy extraño. Este lugar en particular es un terreno alto, que mira hacia la ciudad más antigua de la provincia de Buenos Aires, según relató el anfitrión, y ofrece un paisaje atípico de bañados y buques en el horizonte. No hacía calor ni había sol y soplaba una brisa tibia muy conveniente.
Es un arte armar un portafolio de amigos. Es duro podar; pero a veces es mejor para el alma.
"¿Cree usted que si lo pudiera decir con unas cuantas palabras, me tomaría el enorme y brutal trabajo de bailarlo?" (Isadora Duncan)
domingo, 18 de mayo de 2008
Friends
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