"¿Cree usted que si lo pudiera decir con unas cuantas palabras, me tomaría el enorme y brutal trabajo de bailarlo?" (Isadora Duncan)

lunes, 27 de octubre de 2008

Aprendiendo a bailar

Qué vueltas tiene la vida. Y lástima que tengamos (al menos yo) bastante mala memoria.

De mi infancia quizá el recuerdo más grato - dentro del capítulo de las vacaciones en el campo - eran las fiestas del polo que se hacían a fin del verano, cuando iba terminando la temporada.

En aquellas fiestas se daba cita lo más granado de la zona sur-bonaerense-costera. Todos nos emperifollábamos con pantalones de hilo, soleros de diseños a lo Emilio Pucci, sombras verdes y celestes. Los hombres con pantalones blancos y mocasines sin medias, camisas rosas o de colores infrecuentes, ricos perfumes, vasos de cristal con hielo, copetines, música, guitarreadas, bailes y cielos estrellados. Y por supuesto la fragancia de las rosas cuidadas con tanto amor por nuestra abuela.

En esas ocasiones los 'grandes' nos dejaban disfrutar por un rato de aquellos saraos. Por un rato. A una 'hora decente' nos mandaban a la cama, orden que porsupuesto ignorábamos religiosamente, para ocupar puestos atrás de las columnas, laureles, y otras plantas. Antiguamente nos apostábamos en la buhardilla y espiábamos por las rendijas del piso de madera cómo las parejas jóvenes se besaban, ante la aprobación de las parejas más grandes (aunque no delante de los chicos).

Todavía hoy cuando escucho canciones como ésta, una fuerza invisible y poderosa me retrotrae en las décadas y me inunda un placer no pequeño.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Como una festiva procesión cósmica, con copetines dorados, bailes embriagadores y rosas fragantes, y esos cielos de verano...

Cuando los lugares áún estaban en vena. Cuando tenían algo qué decir.

Qué trabajo extraño hizo el tiempo!

Pero tené cuidado porque si seguís así, me vas a convertir en un fanático de tu blog.

Arturo

Anónimo dijo...

Cósima:

A propósito de Lewis, Perelandra y el dolor -pienso en tu dura experiencia reciente- este autor tiene un gran libro sobre la vida y la muerte, "El Gran Divorcio", que te recomiendo calurosamente. Me resultó muy consolador al morir papá. Quizá te sea de alguna utilidad.

Y aquí una frase de Tolkien que leí estos días y puede comenzar a dar en el clavo (aunque no sé cómo te llevas con teologías: es una provocación para Cósima!).

"La esencia de un mundo caído consiste en que lo mejor no puede obtenerse mediante el libre gozo o mediante lo que se llama “autorrealización” (por lo general, un bonito nombre con que se designa la autocomplacencia, por completo enemiga de la realización de otros “autos”), sino mediante la negación y el sufrimiento".

Es decir que, al parecer, el quid está en que es preferible que la vida nos coloque en el papel de Lázaro, llagado y lamido por los perros, que en el del rico Epulón.

Que nos parecemos más a nosotros mismos en Job sentado sobre la montaña de estiercol, que en el hombre que descansa apacible con sus graneros llenos.

Quizás, qué sé yo, por ahí vaya la cosa...Personalmente, no entiendo nada. Y por supuesto, no soy tan impertinente como para recomendarle el dolor a nadie.

Desde ya no pretendo sea esto un sermón: soy saludablemente anticlerical.

Tu primo el Impertinente

Cosima dijo...

La verdad primo, has demostrado ser un tipo bastante audaz, por no decir temerario. Si me conocieras mejor, quizá no te habrías animado a poner la pica en el blog.

Como me agarrás con la energía un poco baja, tuviste suerte.

Entre la autocomplacencia y la montaña de estiércol por suerte, para mí hay un montón de grises de distinta denominación. Me llevo muchos años entender que el mundo es ni muy muy, ni tan tan, y eso. Pero esta conversación es para whisky y faso, mínimo. Quién te dice, un día nos podemos sentar y departir amablemente sobre esos temas, que hace mucho dejaron de enroscar mi mente. Por mi santa paz, por suerte.