Apenas llegada de vuelta de mi sabático, enganché una peli, empezada, como las mejores película por supuesto, (o la ví en el avión?) en la que Kate Hudson, una desenfadada ejecutiva, se entera de que tiene cáncer. Históricamente siempre lidiaba con los problemas con una risa descalificadora.
Pero la enfermedad empieza a limarla anímica y físicamente. Sus amigas la acompañan, se enamora del médico, en contra de las recomendaciones de todos, y la madre, más tarde, hace su entrada en la piel de Kathy Bates. Que me gusta muchísimo.
Ella que era independiente, resuelta, llena de vida, sin miedos, divertida, querida, y además se quería diferenciar de su madre -típicamente- en un momento le pide perdón por haberla tratado mal. Siempre. Ya estaba diezmada por la quimioterapia, las infecciones… en el lecho de muerte. Y su madre, con todo el amor del mundo, y también haciendo gala de grandeza de espíritu inmensa, cosa que seguro había heredado la hija aunque no lo supiera o quisiera admitir, le asegura que es lo que las hijas hacen a las madres.
La escena se me clavó en el alma y me hizo pensar, arrepentirme, y encontrar también cierto consuelo. Pero lo mejor que me di cuenta, es que tengo ganas de ver a la mía, de encontrarnos, de oler su perfume, de ver sus manos largas y añosas pero siempre bien arregladas, su mirada intensa y dulce, su gesto no sin cierto rictus.Sé con toda mi alma y me gustaría muchísimo volvernos porque gracias a su sentido del humor las dos podríamos estallar en sendas estentóreas carcajadas.
3 comentarios:
Precioso escrito
Me parecería rarísimo que una hija (o hijo) no tuviera nada de qué arrepentirse en ese punto. Salvo que careciese de autocrítica.
Saludos, Cosima.
El recuerdo y el amor….condición humana.
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